Así de fácil: equivocarse duele, literalmente. Todos podemos recordar aquellas veces que nos hemos equivocado y que nos ha sabido tan mal que casi hemos sentido un dolor físico y, si no ha sido un dolor físico, al menos ha sido un dolor intelectual o emocional. Un dolor que a veces se manifiesta como rabia o alguna otra forma de malestar psicológico.
Equivocarse y darse cuenta del error se traduce en una curva de activación neuronal en el cerebro. Esta activación neuronal se produce, anatómicamente hablando, junto a las neuronas que detectan el dolor. Así pues, esta relación entre error y dolor, tiene una razón de ser muy poderosa.
Por otro lado, sentir dolor ante el error tiene su aspecto adaptativo: si cuando nos equivocáramos no nos diéramos cuenta o no nos "molestara", no haríamos nada para aprender y evitar un nuevo error. Este malestar se convierte motor de aprendizaje.
Pero antes hemos dicho que la activación neuronal dibujaba una curva; algunos investigadores han estudiado la curva que describen los cerebros de diferentes alumnos. Los resultados dicen que los estudiantes con buenos resultados académicos tienen una curva de activación bien ajustada: aquella que les permite darse cuenta del error y sentir el malestar necesario que los llevará a esforzarse para rectificar y mejorar, por no volver a equivocarse.
En otro caso, cuando la curva no está bien ajustada podemos encontrar dos casos:
Si la sensación de malestar es demasiado fuerte, podemos bloquear, si el dolor es demasiado fuerte podemos decidir, en lugar de procurar hacerlo mejor, no hacerlo nunca más. Sería como caer y no volverse a levantar.
Si contrariamente a esto, no hay sensación de malestar, tampoco trataremos de mejorar y no podremos beneficiarnos del error, a través de la motivación en el aprendizaje.
Así que: equivocarse duele, pero es un dolor terapéutico, que nos ayuda a mejorar. Y eso es lo que debemos transmitir a nuestros entrenados.
A menudo los padres o los maestros se quejan de la falta de tolerancia a la frustración de sus hijos y alumnos. Y es normal que se quejen, porque las personas con falta de tolerancia a la frustración se convierten ellos mismos en el peor enemigo en el camino de lograr sus metas. Quizás debemos enseñarles a aceptar el error con el fin de ayudarles a que su cerebro pueda configurar un curva de activación ajustada y adaptativa.
Quizás los primeros que tenemos que aprender a aceptar el error como parte del aprendizaje somos todos nosotros y luego también debemos aceptar que si algo la hacemos mal ... paciencia ... como ha dicho siempre mi madre: "quien tiene boca se equivoca, y equivocarse es de sabios y nos hace humanos".
Totalment d'acord. Podriem afegir quina es la influencia del medi, la informació que reb l'infant de pares, adults, medis de comunicació, pelicules infantils..., normalment l'heroi, el ejemple del cosi, o del germà gran a seguir per l'infant sol ser el de un triunfador que tot ho fa be i mai no s'equivoca. La vessant social te en aquest procès de no saber encarar el fracàs un pes molt important, segons jo, es clar. :-)
ResponEliminaExacte, Cristina!
EliminaHem d'aprendre i ensenyar a comparar-nos amb nosaltres mateixos i a valorar l'esforç, no només l'èxit.
Gràcies pel teu comentari.